Entrevista en el Diario La Estrella de Panamá

PANAMÁ. John Cleghorn ama los reptiles desde niño. Estos animales son ‘su pasión y sus hijos’, dice el intrépido panameño de 20 años que dejó la ingeniería por la biología animal a pesar del disgusto de sus padres y la promesa de no pagarle la universidad si continuaba con esta idea.

Todo empezó a los once años de edad, cuando su primo Álvaro, que reside en Aguadulce, provincia de Coclé, le regaló dos iguanas verdes. Los pequeños ‘dinosaurios’, como les dice, fueron los primeros miembros de una colección de reptiles que hoy supera los 50. Tres años después adquirió dos dragones de cola rizada.

Con una sonrisa de oreja a oreja, el estudiante de biología recuerda que al graduarse de tercer año sus padres le obsequiaron $150. Prefirió, en lugar de ropa, zapatillas o un celular, comprar los exóticos seres vivos. ‘Casi me matan por eso’, dice riendo a carcajadas.

Pero esto no es lo peor que se le ha ocurrido hacer por pasión a las inusuales mascotas. La primera serpiente, una boa arco iris de aproximadamente un metro treinta centímetros, vivió tres meses bajo su cama escondida de su mamá. Cuando ella se enteró de que compartía el mismo techo con este forastero, ‘se formó un despelote en la casa’. Sin embargo, hoy día las cosas son distintas, ‘ella comparte conmigo y con todos mis bichos’, aseguró.

Pero su madre no es la única que debe aceptarlos. Uno de los requisitos que debe llenar su futura esposa es el amor por los reptiles. Su actual novia los cuida cuando él está de gira de la universidad. No hay de otra, ella debe prepararse, ‘es lo que hago, lo que me gusta y lo que haré lo que me queda de vida’, afirma con total convicción.

Tan convencido está de lo que quiere que se atrevió a desafiar a sus padres cuando estos le exigieron estudiar ingeniería. Él tenía en mente ser biólogo. Para seguir este camino, tuvo que trabajar en el Summit para pagar su primera matrícula. Con el mismo fin sigue trabajando en la universidad. Asegura que no concibe la vida lejos de zoología. Su meta es especializarse en herpetólogo (experto en reptiles y anfibios).

LA COLECCIÓN

Dentro de la colección hay boas, pitones, falsa coral, geckos, tortugas y un sinfín de reptiles, muchos de los cuales ha importado de Estados Unidos. Sin embargo, admite que aunque tiene animales de todos los continentes, las consentidas son las dos iguanas de nueve años que le regaló su primo Álvaro, quien ahora lo acompaña durante las exhibiciones que realiza en lugares públicos como Allbrook Mall, con el propósito de que la gente conozca un poco más de los animales. Para John ‘no hay mejor paga que ver a un niño emocionado al ver una serpiente y poder tocarla’, comentó.

Cleghorn no sólo se dedica a coleccionar los reptiles, también produce los alimentos. Tiene cría de grillos, gusanos y cucarachas en un cuarto, llamado por él ‘My Reptil Room’, que le asignó su papá dentro de la casa. Lo único que no produce es el alimento de las serpientes, no le gusta el olor de los roedores.

Además, todos los días dedica por lo menos dos horas a limpiar a ‘sus hijos’. Y los fines de semana, en lugar de salir con sus amigos, le toca hacer limpieza profunda del hogar de los animales, además de pesarlos y evaluar su condición de salud.

Admite que aunque nunca fue fanático de Steven Irwin, no dudaría en imitarlo. Se imagina en el desierto de Savannah, en Australia, tras una serpiente venenosa, ‘es excitante’, dice y vuelve a reír a carcajadas.

Para él, los reptiles son unas excelentes mascotas, jamás las cambiaría por un perro. ‘Nací para esto’, afirmó sin dudar. Para más información puede acceder a info@panamareptiles.com

 

Fuente, texto original:

http://www.laestrella.com.pa/mensual/2011/01/05/contenido/318449.asp


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